Estas reflexiones, aluden al shock epidemiológico del año 2020, algunas hacen referencia a obras futuras; otras como Ecce Homo y Nessun Dorma son reflejo de una experiencia íntima.
In the school
Don't look
At the tool
cool been into the moon
Depende del mood
mood
mood
moon
son - soon
good
Diciembre 2021
It's too late
Like to late
Like a lake
At Salt Lake.
Jenny Brito Mora
Octubre 2021
UN HOMBRE.
El hombre corta, pavimenta, domestica.
Los árboles, la tierra, las fieras.
Ése, éste, aquél humano, al parecer odia lo que no puede controlar ni contener. Un hombre al cortar un árbol o asfaltar una carretera, diseña otra cosa, eso tiene otro sentido. Su carrera en contra, lo evade de la reflexión real del asunto.
No es un sí solo una persona que odia la ferocidad de la naturaleza al controlar sus formas y comportamientos, sino un ser que teme profundamente.
Al domesticar un tigre, un paisaje, u otro humano, se enorgullece; pero realmente trata de domesticar su temor a la fiera, (quizás inconscientemente quiera también someter a la suya, puede que reconozca en el animal su propia monstruosidad que no sabe dominar) no su poder sobre ella. Se presenta como un ser temeroso, envidioso de esa fuerza e instinto que necesita acorralar y rebajar a la condición que lo martiriza.
Que cobardía suprema sería querer controlar el vuelo de una libélula u otro igual. Ningún humano ha podido comandar a un ser etéreo, frágil y tan libre. Esa osadía confiesa aún más pánico al querer doblegar esos espíritus sin maldad, escondiendo el miedo de descubrirse también frágil. Ahí tenemos al homo erectus que odia aquello que nunca podrá ser. Un hombre que odia y teme que nunca podrá ser libre. Y en efecto, ya el sabe que está perdido, por lo tanto lucha contra su mayor condena: su ego.
Jenny Brito Mora
15 octubre 2021
Estará la humanidad condenada a entrar obligatoriamente en la era del androide o a volver a ser cazadores- recolectores- pescadores en el mejor de los casos. Si fuéramos robots, qué fácil sería no saludar con un beso o dos, con una mano o dos, dar un largo abrazo…, para qué hablar del más minúsculo beso en los labios de aquel, qué añoranza. Personas con máscaras, sin identidad, a un metro o más de distancia por favor, lávese! De repente hicimos conciencia del otro; a mí que me importaban los demás, los extraños, ahora estoy alerta de cualquier acercamiento innecesario y del porqué, y quién será aquel de la gorrita? me parece que lo conozco, -qué dijiste?, con el naso buco no entiendo; minimicemos nuestros gestos y desenfreno a los afectos. Lo mejor es ser un perro o cualquier otro animal, eso sí es libertad; a lo largo de la vida en la tierra ellos no han tenido que modificar su modo de comunicarse entre sí, las ballenas se silban desde lejos y con eso basta para decirse un montón de cosas. Ahora el hombre depende ferozmente del teléfono, el mundo digital y todas sus variantes, y la verdad no me resulta gratificante, al contrario, pura frustración!
Lo peor del mundo invisible, no es sólo lo que está ahí y no se ve, sino que el resto de nuestros sentidos no los advierte tampoco, sólo hasta que es demasiado tarde. No escuchamos el ruido del viento como cuando se acerca un ciclón, ni sentimos cosquillas sospechosas o se altera nuestro paladar. En estos días hasta el tiempo se ha puesto de acuerdo en la quietud, ni llueve, ni truena, ni hay viento invernal, todo en una “calma” espeluznante. Será que la evolución dicta con inamovible veracidad un vínculo de virus entre animales y humanos, por aquello que se dijo del murciélago, al punto de crear un ser futuro de ciencia ficción como la teniente Ripley en una de las sagas de Alien. El proceso real y acelerado no es como en la película, pues sólo afecta a unos pocos aislados en el espacio, las consecuencias reales de la selección natural de las especies están siendo devastadoras; aunque, recordando unas escenas de la película, los científicos estaban procurando una serie de acciones ocultas para preservar al parásito dentro de ella; eso me pone a pensar en una analogía con la realidad, será? El exceso de humanos que se desplaza hacia los espacios habitados por los animales, no olvidemos los incendios forestales de hace unos meses, la sobreexplotación de los recursos naturales para hinchar el saco que nunca se llena del neoliberalismo tiene nefastas consecuencias acaeciendo a un final desde hace un tiempo ya.
Lo llamativo del asunto es que este virus contiene una molécula de proteína y parte de ADN, no es un organismo vivo y se descompone cambiando su código genético en nuestras mucosas, es decir, somos nosotros reducidos a una visión microscópica. El bicho, anuncia la metástasis de un sistema social colonizado por los bancos y las marcas, el neoliberalismo y la esclavitud consumista impuesta a la población; quizás no anuncia tanto el fin del mundo, nosotros no somos el planeta, pertenecemos a una parte de él, luego de los dinosaurios surgimos nosotros. Todo se metamorfosea y se renueva, pues para renacer hay que morir. Esta situación del virus adherido a nuestros cromosomas se me presenta como un suicidio colectivo e involuntario, una metáfora violenta de la evolución natural. Los gérmenes son parte de nuestra carga genética, han ido mutando para desde una especie de canibalismo destruir linealmente desde dentro la carne y el espíritu, nos han desconcertado con nuestra propia destrucción masiva, sin distinción, sin afectos. (- No hay tiempo que perder, diría una bacteria, llevamos tiempo trabajando en silencio. –Escóndete humano! Sin tí estamos mejor.) Los virus, nuestra conciencia biológica; ya sin nosotros, la metáfora estaría condenada a quedar apocalípticamente vacía, o siempre lo estuvo; el humano sólo sabe destruir, borrar; borrar a su pasado, a sus ancestros, y por lo tanto a su futuro.
Este distanciamiento obligatorio, este no ser, condena la libertad siempre exigida por el hombre en la sociedad. El escenario virtual nos está colonizando cada vez más y se ha vuelto un naso buco para evitar el contacto cara a cara con los otros. Quizás el verdadero virus sea el hombre moderno que no sabe hacer otra cosa que consumir, lo mismo productos de limpieza que información viral, memes, videos, etc., etc., ya escribir en esta plataforma es una gran ridiculez, un desliz narciziano. Puede que un androide sea más humano o más consciente de sí mismo y los demás, pero para eso falta mucho, pues un robot para aprender a ser humano primero debe saber aburrirse.
Una infección neoliberal; todos con las mismas costumbres, protocolo al entrar a casa, establecer distancia con los demás; de repente hay un único guión de pensamiento y comportamiento global, se ha establecido un estilo de vida ascético, reprimido sobre la tan ansiada autonomía que profesa el hombre, y con la contradicción de tener facilidad de poseer tiempo libre desde el encierro, no la del esclavo detrás de las máquinas de producción masiva que abastece a la sociedad sedienta de marcas de moda y automotrices “Made in China”. Porqué sorprende quién vive y quién muere? No se hace eso en las guerras desde siempre, que también suceden ahora? La libertad del hombre se ha visto comprometida por la conducta de ser él mismo. Ser o no ser, ya no es cuestión.
Jenny Brito Mora
27 de Marzo 2020.
LEVEDAD INMÓVIL
Un Cristo de metal ha perdido su tridimensionalidad, se ha vuelto una silueta, una sombra de sí mismo para dar cabida a lo que lo contornea, su luz, lo que provoca su sombra, su antagonista natural lo ha vuelto un arquetipo. Es posible que una sombra de hierro contenga en ella luz. Crear una sombra que lo contenga todo, al punto de reconocernos en ella, como también pueden caber en ella todos los universos posibles, una sombra a la espera, muda, anónima y tangible, no la de Peter Pan que se escurre por las paredes con necesidad de coserla.
Un Jesucristo sin sombra, es decir, sin luz, no tendría su reflejo proyectado en la tierra, no habría imagen que se deslice por las dunas del desierto. Eso es lo que tenemos, una imagen que esconde su forma material y sólo nos muestra su espectro anónimo, nada más la conciencia de que este exista.
Ya llegó la luz, lo único que me agrada de los apagones es el silencio, si es que eso es real.
10 de marzo 2020
EFECTO PLACEBO.
Es la sociedad en su estructura fundamental un reflejo de un efecto placebo, sólo fake- news. Los botones del ascensor, los del semáforo en otros países, claro, los videojuegos, los celulares y sus aplicaciones, Facebook, la publicidad, la propaganda, los amores placebo… SHIT!, el dinero. Hacer arte a veces me parece que consiste en complacer; complacer al mercado, a los críticos y curadores, a la institución, las nuevas tendencias, a los coleccionistas. Si entendemos el arte como este valor ficticio para crear una realidad terapéutica, entonces la sociedad sin el arte está en piloto automático, como sonámbula, que sería de ella sin esa creencia del arte y la religión.
La receta que nos da el médico nos tranquiliza, en ese papel se encuentran nuestros temores a la enfermedad disueltos, y se cierra ese ciclo al tomarnos la pastillita. La curación espiritual se basa también en este efecto, de ahí deriva la fe y la esperanza. Para otros también al comprar una casa o carro nuevo. No porque un auto moderno cueste cientos de miles de dólares significa que sea mejor que un carro antiguo de los años 30; es decir, esta situación se encuentra por doquier. Es posible que la sociedad no pueda sostenerse sin esa “píldora”. No podemos ver el interior de la tienda porque sólo observamos nuestro reflejo, como si al pasar frente a la entrada de un solar en vez de advertir olor a humedad sintiéramos fresquito de aire acondicionado… no es un hotel.
Dios es una extensión de nosotros o a la inversa, puede que Él sea nuestra prótesis, no nuestra extensión, y por eso sobrevivimos, por la ilusión de apoyo que se anida en nuestra conciencia. El medicamento de la mentira gratifica pues alivia sentir que una ficción se sostenga en el mundo real, sino nuestra consistencia se pone a prueba. Qué más da que cualquier sustancia pueda actuar como placebo, si incluso un vaso de agua pura puede ser curativo. ¿Será el agua bendita?
Jenny Brito Mora
4 de marzo 2020
AUTORRETRATO
Me miro al espejo y no sucede nada, sigo en el mismo lugar, nada se percibe distinto, no siento el correr de los segundos ni los minutos, aunque sí me percato de los años. Cualquier partícula de mi piel que se haya desprendido no la puedo recoger; todo sucede a nivel microscópico, esa otra realidad. Quizás nos sea más comprensible como al mirar por una ventana cuando viajamos en un tren a alta velocidad. Un horizonte siempre borroso, sin definición, un paisaje que se diluye aceleradamente, por lo tanto no podemos contemplar ninguna forma.
Somos un microsegundo en tiempo geológico, un paisaje efímero a alta velocidad. Entonces si somos polvo antes de existir ¿Cuál es la realidad, si apenas somos un punto en el tiempo? las rocas serán testigo.
Jenny Brito Mora
3 de marzo 2020
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